sábado, 28 de mayo de 2016

MI HISTORIA: 40 AÑOS CON IDEALES


Uriel Flores Aguayo
@UrielFA


Con las imágenes del golpe de Estado en Chile (1973), la edad y borrosas ideas revolucionarias, empiezo a participar en el Partido Comunista con la campaña de Valentin Campa (1976), quien se presentó sin registro por la presidencia de la Republica; era curioso llamar a votar en el espacio en blanco, hacer proselitismo sabiendo que los sufragios no se contarían; fue un acto máximo de idealismo y la definición política por derechos democráticos. De ahí se derivaría la reforma política de 1977 que dio registro al PCM, cuya alianza de izquierda pudo participar legalmente en la elección federal de 1979; en esa elección fui representante de casilla por primera ocasión.

Ya como PSUM tuve la oportunidad y el privilegio de ser regidor en el Ayuntamiento de Xalapa en 1982, a los 23 años de edad. Seguí la ruta de la fusión de la izquierda al PMS, partido que cedió su registro al PRD, la organización política surgida del movimiento del 88 encabezado por Cardenas. He apoyado a los candidatos presidenciales de la izquierda desde Campa, Arnoldo Martínez, Heberto Castillo, Cuauhtémoc Cárdenas, tres ocasiones, y López Obrador, dos ocasiones. En el año 97 el PRD vivió una crisis de la que nunca se repuso del todo, cuando fue vetada por Cardenas y AMLO la candidatura de Morales Lechuga, al gobierno de Veracruz; en ese momento la lealtad partidista se puso a prueba, imponiéndose en mi caso la prioridad a la sigla y al proyecto.

Sigo en el PRD, actualmente como candidato a diputado local y como parte de una alianza electoral que se propone alcanzar la alternancia y derribar la dictadura tricolor. Recientemente estuve distanciado por coyuntura local y por no coincidir con la línea política que lo llevó al Pacto por México y algunas reformas de las llamadas estructurales. Considero al PRD como un espacio político, como un medio para hacer política y una opción abierta si se mantiene en la independencia y la vocación de poder.

A estas alturas observo a partidos con débil o nula ideología y políticamente corridos al centro; me resulta curioso que todavía se pretenda fundar organismos sectarios y de pensamiento único. Creo que el debate, la reflexión y la autocrítica son el camino para sacudir la política, abrirla y hacerla útil socialmente. Aunque me defino de izquierda pienso que permanentemente todo está a revisión, que no hay ideas eternas y que la ubicación digamos ideológica de a cada quien depende de las circunstancias y el momento.

Las grandes causas son la igualdad y la democracia, resultaran de un largo proceso, pero hay muchas luchas que dar por asuntos concretos y personas concretas. La acción política, abriéndose paso en la simulación y el fanatismo, puede ser eficaz para la gente, puede ser liberadora. Mantengo por absoluta convicción, sin pose y mayor esfuerzo, una vida austera y orientada al pensamiento. La lectura, la información y el ejercicio de derechos son mis actividades centrales.

No hay monopolio de la izquierda, ni centro impartidor de certificados de pureza ideológico; el mundo real no es de buenos y malos. Todos los partidos con registro son parte del sistema, aceptan sus reglas y reciben recursos públicos; jugar al revolucionario luce para incautos o feligreses pero no explica nada ni sirve para algo que no sea el aplauso fácil. Voy a seguir luchando por un mundo mejor, de la mejor manera, con resultados para hoy, sin falsos heroísmos y apostándole a una estrategia que concrete algunos cambios hoy. No quiero envejecer en la mediocridad que nos envuelve, en el abuso de poder y la apatía ciudadana. No me consuela esperar 10 o 20 años para decir que tenía razón. Si no lo logramos al menos seremos ejemplo y moriremos en el intento.


Recadito: Sin la candidatura que había vendido el Trastupijes se devaluó a grillo despensero.
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viernes, 13 de mayo de 2016

CRISIS DE REPRESENTACIÓN, CHAPULINES Y LAS CHANCLAS



Uriel Flores Aguayo
@UrielFA

Parte importante de la baja calidad de la democracia mexicana, rasgo que incluye a Veracruz y a Xalapa, es la crisis de representación de los órganos legislativos y de los partidos políticos; el sistema de partidos ha derivado en una especie de partidocracia, con organismos cerrados, de auto consumo y ajenos a los problemas de los ciudadanos; una tímida y muy pronto deformada salida es la de las candidaturas independientes que llevara un buen tiempo para consolidarse y volverse alternativa a las burocracias partidarias. Igual de grave o peor es la muy precaria representación que se ejerce a través de los congresos, cuyo papel como otro poder deja mucho que desear y prácticamente sigue agendas propias y lejanas a los ciudadanos.

El caso Veracruz en materia del poder legislativo es entre vergonzoso y patético, ilustrativo de todo lo que no se debe hacer. Demos por descontado que su papel ha sido casi invariablemente de comparsa del poder Ejecutivo, renunciando a su función dentro de la democracia, la división de poderes y el Estado de Derecho; eso es obvio y lo pagamos todos los veracruzanos; lo peor es la indigna labor que les asignan de voceros de los secretarios de despacho, a quienes defienden sin pudor alguno; también hacen asistencialismo en competencia con el DIF repartiendo despensas y útiles escolares, sin rubor, sin ocultarse, al contrario, ostentándolo con la máxima publicidad. 

En nuestra tradición los diputados son los menos valorados dentro del sistema político, en las encuestas están muy abajo de la lista de personajes públicos, incluso abajo de los policías; de entrada, ellos mismos se devalúan al creer y fungir como correa de transmisión del ejecutivo; los ciudadanos los ven muy lejanos o de plano no los ven nunca; hay toda una mala costumbre de no regresar después de ser electos. Se ha prostituido la función del diputado, no se concibe como representante popular y la gente tampoco los ve así. Es muy común que abandonen el cargo sin justificación, convirtiéndose en los llamados "chapulines", es decir, son electos para ocupar el cargo y de pronto, con el argumento que sea piden licencia y se van a otro puesto o a otras candidaturas, en una muestra concreta de desprecio por la posición que los electores les dieron; para ellos el cargo equivale a una chancla que pueden tirar en todo momento.

El ciudadano elige a sus gobernantes, y estos a veces consultaran o nunca, depende de los temas; esas son sus autoridades que aplicaran políticas, programas y presupuestos. Una vez electos quedan escasos instrumentos para exigirles cuentas; hay algunos pero son formales y poco eficaces. El órgano de representación por excelencia es el poder legislativo, el que actualiza la división de poderes, el que controla al ejecutivo y da voz a los ciudadanos; el congreso delibera, consulta, expone y da cauce a los procesos de participación ciudadana; es fundamental en la vida democrática y como expresión de la voluntad popular. Por eso es tan importante, por eso se requieren diputados íntegros, que no solo representen a sus partidos, sino al pueblo; se necesitan diputados independientes, muy claros de su compromiso primigenio con la ciudadanía. El diputado debe legislar y ser gestor, debe estar en contacto permanente, por todos los medios posibles, con sus electores; debe darles cuentas, debe escucharlos. Por eso son tan mal vistos los legisladores que se retiran del puesto, que desprecian a sus representados; o lo que es peor, que no saben para que fueron electos. Es el colmo que todavía haya diputados que se presenten como legisladores del Gobernador, que no lo oculten siquiera.

Siendo uno de los problemas principales el de la corrupción para mí todavía tiene más nivel de importancia la elección libre, la voluntad popular; para mí ahí se funda toda la vida pública; una elección con fraude es el origen de la corrupción y la inseguridad. En tal sentido se hace fundamental el respeto al sufragio, elecciones limpias, el escrupuloso respeto a la pluralidad. No hay de otra para salir de la crisis de representación más que elegir a diputados con autonomía, que vean en los partidos un medio y se ratifiquen en una auténtica representación de la gente. Lo contrario es la simulación que no justifica ni siquiera el pretexto ideológico.

Recadito: Busco votos por mí y por las fuerzas políticas que me apoyan.

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