jueves, 2 de febrero de 2017

MUROS INTERNOS Y ETERNOS



Uriel Flores Aguayo
@UrielFA

El debate nacional gira en torno a las amenazas de Trump contra nuestro país; más que menos los líderes y grupos nacionales se han unificado en una postura de defensa de nuestros intereses, sin que medie mayor convocatoria. Es tan ruda la postura del presidente gringo, tan escandalosa, que se ha generado un consenso de rechazo a su beligerancia entre los más diversos sectores y capas de la población mexicana; de igual manera hemos recibido la solidaridad internacional. Siendo más real y peligrosa la persecutoria política contra nuestros connacionales, que si pueden verse afectados en lo inmediato, sin embargo se ha colocado el tema del muro con mayor centralidad. Hay que anotar los aspectos retóricos de este asunto, símbolo máximo del proteccionismo, en este caso de límites territoriales. Dicho muro ya existe en diversas modalidades en un treinta por ciento de la frontera norte, con un tramo similar de río y el resto con desierto prácticamente mortal. El referido muro es el emblema de un proyecto de gobierno conservador y excluyente, que no tolera al distinto o, de plano, lo utiliza para reafirmarse en su papel hegemónico y exclusivo. 

Lo más agraviante del ya famoso muro en proyecto es su costo a cubrir por nosotros de acuerdo a las inusuales condiciones fijadas por Trump; es una ofensa mayor entre la serie de insultos y amenazas que nos ha indignado el magnate metido a político sin visión de Estado ni idea democrática. La respuesta mexicana ha oscilado entre la larga tibieza presidencial, el repudio popular, las obviedades opositoras y las lúcidas argumentaciones de nuestros intelectuales. No por esperable la reacción nacional debiera minimizarse; debe reconocerse que, cálculos políticos locales aparte, la inmensa mayoría de los mexicanos hemos entendido lo que significa la renovada política imperialista y nos hemos colocado del lado de los intereses nacionales haciendo una distinción entre lo que representa el Gobierno federal y lo que valemos todos nosotros como nación.

El debate del muro nos pone ante el espejo, nos cuestiona en nuestras actitudes con nosotros mismos; qué tipo de sociedad somos es una buena pregunta. Habría que aprovechar la polémica del muro fronterizo para analizar y derribar nuestros muros sociales, raciales, sexuales, religiosos e históricos. Porque siendo honestos y realistas con nosotros mismos habría que aceptar que hemos construido algunos tipos de muros intangibles y otro tanto de muros materiales que nos alejan y aíslan. No podríamos asegurar que somos iguales ante la ley, que el poder económico no determina acceso a la justicia, que las elecciones son libres y que, quien sea, puede votar y ser votado. Sin derechos básicos, como ocurre en nuestra realidad, los ciudadanos se topan con muros y se recluyen en áreas reservadas por dinero o poder político. 

Aún reconociendo algunos avances civilizatorios, ejercicio de algunos derechos y una débil  vida democrática sigue siendo dominante el muro social que excluye a los pobres y los condena a una vida marginal y precaria. Es muy alto el muro racial que clasifica en blancos y morenos, que provee de imágenes publicitarias donde estos últimos no existen y los señala como inferiores. Tenemos el muro religioso que separa a los fieles y creyentes de los infieles e incrédulos, con la pausa de tolerancia que ha traído el papa Francisco. El muro de intolerancia contra las minorías sexuales sigue siendo muy grande y fuerte, con cerco religioso y homofobia social que trae a debate aspectos francamente anacrónicos. Hay más muros en nuestra sociedad, contra los diferentes, contra quienes no se ajustan al estatus quo, contra los disidentes, contra los otros. Estamos atravesados por una línea de intolerancia e ilegalidad crónicas  supuestamente superadas pero que, a cada rato, saltan por donde sea y lastiman nuestra convivencia. Hay muros políticos y seudo ideológicos; los primeros son más inerciales y mundanos mientras que los segundos son simbólicos pero poderosos. 

El panorama es más o menos claro para los mexicanos: nos oponemos al muro fronterizo por convicción y defensa de nuestros intereses pero también avanzamos como sociedad derribando los muros que impiden que tengamos más inclusión, armonía, paz y desarrollo.